martes, 23 de junio de 2009

EL INCONCLUSO VUELO

30 AÑOS DE JAZZ EN OAXACA*

Oscar Javier Martínez - 2001


INTRODUCCIÓN

Sin lugar a dudas, quienes compartimos este tiempo y lugar somos afortunados; nos ha tocado vivir el cruce entre dos milenios; hemos sido testigos del derrumbe de ideologías, de la llegada de nuevas formas de pensamientos, de manifestaciones diferentes, diversas en el ámbito del arte, la moda, la economía, la religión, los medios, la política y la sociedad en general. Y en cada uno de estos cambios, la música está presente como la banda sonora de los sueños y las esperanzas del hombre.

En nuestro país la historia no ha sido diferente. Los grandes cambios que arrancan con la revolución de 1910 se reflejan pronto no sólo en la política, el gobierno y las finanzas; surge también una nueva manera de asumirse mexicano, frente a la agitación que reina en el mundo occidental de aquel entonces. En estas circunstancias es como, por vez primera, el jazz asoma su sombrero por aquí, de la mano de otras vanguardias y como el símbolo de la nueva era, llena de elementos fabriles, mecánicos, en movimiento. Sin embargo, y a pesar de que el jazz en nuestro país conjunta en poco menos de un siglo tradición y modernidad, no ha habido una investigación exhaustiva dedicada a este fenómeno.

Ciertamente, la historia del jazz en nuestro país aún no se escribe; y pese a los esfuerzos de un puñado de escritores que han recopilado algunos datos sueltos, el desarrollo de ésta música en México sigue sin documentarse a cabalidad. Esto es lógico hasta cierto punto; porque, veamos, ¿a quién le interesa saber si existe o no una historia del jazz local? O mejor dicho, ¿a quién diablos le interesa si existe un jazz mexicano? Mi breve experiencia como promotor del género me ha llevado a descubrir todo un universo poblado por la obra de extraordinarios creadores que sobrevivieron apenas al olvido del tiempo, gracias a algunas fotos y en el mejor de los casos a alguna grabación descatalogada. Así que la única manera de acercarse a este fenómeno es reconstruyendo trozos de aquí y de allá; leyendo a Alain Derbez, Jomi García Ascot, Evodio Escalante, Xavier Quirarte, Rius, Sergio Monsalvo y algunos otros; conversando con músicos y compartiendo con aficionados.

Pero si esta historia aún flota en el limbo, imaginemos la dificultad para documentar lo acontecido en el interior del país. El jazz no ha sido privativo de la capital de la República. De hecho, la conexión Nueva Orleans-Veracruz- Cuba es la simiente de los primeros sonidos sincopados en nuestro país. Esta historia está todavía más fragmentada y representa un rico banquete para los investigadores de nuestro tiempo.

Al estar escribiendo este artículo descubrí que existe una gran cantidad de material, datos, anécdotas, algunos registros impresos y una que otra grabación, desperdigados por ahí; una historia viva y palpitante que desgraciadamente parece condenada por la indiferencia y la apatía. Sea pues este sencillo esfuerzo un punto de partida para un trabajo más profundo acerca del jazz en Oaxaca, sus creadores y sus escuchas.




PARTE 1.
¿JAZZ MEXICANO O JAZZ DE MÉXICO?

Algunas preguntas
Antes de hablar sobre la historia, los nombres y las obras vale la pena hacerse algunas pregunta que flotan en el ambiente desde hace mucho: ¿De dónde es el jazz? O mejor dicho, ¿pertenece por nacimiento a algún sitio en especial? ¿Puede hablarse de un jazz con características específicas para cada nación o región? ¿puede hablarse de un jazz ruso o danés como se habla del jazz latino, por ejemplo? Vayamos más lejos y preguntémonos sin cortapisas ¿Vale la pena hablar de jazz a estas alturas del partido en que todas las etiquetas han sido rebasadas e impera la diversidad sonora en el mundo actual?. Sin duda no es fácil contestar a estas preguntas; de hecho, algunas de ellas no tienen contestación exacta; pero están ahí, moviéndose de vez en vez. Quizás entonces, valdría la pena decir que el jazz nace por la mezcla sensual de cadenciosas danzas europeas, rítmicos cantos de trabajo, música de ferias y espectáculos, marchas militares, bailes de salón y toques de tambor del Africa profunda; nace también en un tiempo y un lugar específico: el sur de los Estados Unidos, concretamente el Delta del Mississippi y la rica zona de Louisiana habitada hacia mediados del siglo XIX por criollos, franceses, españoles y negros. En su gestación se combinan factores geográficos, políticos, transculturales, económicos y religiosos que dificilmente pueden repetirse en otro sitio. El jazz, hijo putativo de sangres entremezcladas abandonará muy pronto su condición localista para ubicarse como un fenómeno social que revolucionó la forma de ver las artes y el entretenimiento. Gracias al desarrollo de las técnicas de grabación del sonido, el jazz sobrevive a su propia volatilidad y empieza a dejar registro de los grandes nombres y las grandes obras: Gerswing, Armstrong, Ellington. Le bastarán 30 años al jazz para convertirse en la gran música del siglo XX.

A partir del desarrollo y la internacionalización del jazz empiezan a surgir músicos interesados en estos sonidos en prácticamente todo el mundo. Django Reihnardt es un gitano de Belgica que va a sus raíces etnicas y vuelve con un extraño jazz flamenco en donde se mezclan los melancólicos sonidos de guitarras y violines. De cuba llegan Chano Pozo, Machito y Mario Bauza, envueltos en un torbellino de percusiones y rítmicas nuevas. En españa conviven los jazzistas locales como Pedro Iturralde y el joven Tete Montoliu con los músicos americanos que van de gira a la Península. Londres, Sicilia, Lisboa, Paris y Buenos Aires son algunas ciudades en donde el jazz suena empapado de tango, habaneras, fado, canciones campesinas y folclóricas. El jazz empieza a reflejar la vida urbana con su bullicio y su creciente caos.


The Mexican Conection
Pero la intervención de México en la historia del jazz es decisiva y en varios puntos; por ejemplo, se tienen registros de músicos mexicanos tocando en la siempre alegre Nueva Orleans, ciudad toda llena de luces, con desfiles, los mejores licores y las mujeres más hermosas del sur. Es famosa la leyenda de la orquesta de Lorenzo Tío, Mexicano nacido en Tampico que fue a la exposición del algodón, enviado por el presidente Díaz, que no regresó y que se volvió maestro de muchos clarinetistas, y se dice que fue mentor de Sidney Bechet.
Por otro lado; hay que señalar que existe una conexión entre Cuba y Nueva Orleans que vía marítima se comunicaban usando como escalas los puertos mexicanos. Con los intercambios comerciales vinieron también las influencias y pronto, entre chotises, habaneras, blues, hollers, spirituals, cakewalks y ragtimes la música y los músicos mexicanos, pero sobre todo los aficionados, empezaron a vislumbrar una nueva forma de escuchar y de bailar acorde al desenfado y la alegría de aquellos albores de siglo. La actitud de desparpajo y provocación, el espíritu alegre y festivo de estos nuevos ritmos escandalizaron pronto a las buenas conciencias y no faltó quien promoviera una movilización nacional para expulsar al jazz de las fronteras nacionales. Con el tiempo todos estos sonidos permean en las canciones de aquella época, hasta que, inspiradas en el ejemplo de Duke Ellington y otros directores, surgen las primeras orquestas de baile en nuestro país que integran ya claramente el lenguaje del jazz en su repertorio –aunque sin improvisación y sin destacar la individualidad en muchos casos-. Gente como Gonzalo Curiel y Luis Alcaraz, por supuesto, y enseguida de ellos Chilo Morán, Tino Contreras, Mario Patrón, Héctor Hallal y tantos nombres que languidecen en el olvido...

Llega 1959 y con ese año el primer disco que contiene piezas originales del baterista Tino Contreras. El Larga Duración se llama simplemente Jazz y los temas originales son 2, Baby Baby y Jazz a las 6 en 3/4.

Desde 1950 y hasta la primera mitad de la década siguiente se editan algunas grabaciones como las de Juan José Calatayud y Chilo Morán, además se abren algunos bares donde se escucha el jazz que proponen los músicos de México. Algunos versionando temas clásicos como Take Five, El hombre del brazo de oro, Misty, Soy tu hombre y varios más; otros, desgranando sus propias piezas; es el caso de Mario Patrón, Tino, Chilo, el veracruzano Calatayud, Mario Ruiz Armengol, también veracruzano. Ellos formarán parte de la primera generación que se asume como Jazzistas; y suena sencillo, pero si lo miramos con detenimiento el asunto es serio.¿jazzistas en México? ¿jazzistas mexicanos? ¿no es eso cosa de negros o de gringos? Y luego componiendo jazz ¿se puede? ¿existe algo que pueda llamarse jazz mexicano?
La segunda mitad de los 60 convulsiona al mundo: el mayo francés, Tlátelolco, el verano de San Francisco, Peace and Love; el rock y las drogas; la liberación sexual; el feminismo; el hombre en la luna; la guerra fría... El jazz se vuelve sospechoso para los más jóvenes, y la consigna “No confies en nadie mayor de treinta” se vuelve ley. La banda sonora de los años por venir será el rock y México no es la excepción. Entonces, si de por sí nuestros jazzistas padecían las limitantes de su oficio, ahora son avasallados por los jóvenes rocanroleros, y alineados entre lo que los chavos llaman “momiza”. Decepcionados, algunos engrosan las filas del desempleo; otros se agarran al mentado “hueso” es decir, tocar para los artistas de moda que salen en la tele y necesitan de músicos que les acompañen. La generación de pioneros del jazz en nuestro país sufre un duro revés y pese a las adversidades insiste, necea, lucha; y en la brega abre paso a otra generación.

Los 70 son años de reacomodo existencial en la mente y los corazones de quienes vivieron, sufrieron y gozaron con el sueño de libertad de la década anterior. El rock se desgasta y sus íconos mueren víctimas de sus propios excesos; la única salida es la grandilocuencia y majestuosidad que proponen Pink Floyd, Yes, Queen, Jethro Tull y Emerson, Lake and Palmer. Llega Frank Zappa a demostrar que las etiquetas no sirven para nada y en su música mezcla sin empacho el jazz, el blues, la sátira política, el dinero, el sexo, la música académica, el teatro y la irreverencia; por el otro lado, Carla Bley, Don Cherry, Sun Ra, Charles Lloyd y Keith Jarrett toman la estafeta de los grandes músicos fallecidos: Coltrane, Dolphy, Ayler. Un punto y aparte es Miles Davis, que ha estado presente en la evolución del jazz desde los 40 y para estas alturas ya ha experimentado con la electricidad, y ha marcado un rumbo a seguir. Junto con Jimi Hendrix, el trompetista se convierte en la figura de mayor peso en los oscuros años 70.


Con todo ese bagaje cultural, herederos de una rica tradición y con mente abierta y sin prejuicios, la nueva generación de jazzistas mexicanos empiezan a proponer sus obras: Roberto Aymes con Blue Note; Francisco Téllez y el Cuarteto mexicano de Jazz, Eugenio Toussaint, Olivia Revueltas, Henry West, Milli Bermejo, Ray Negrete... la mayoría con estudios avanzados, algunos con viajes al extranjero; todos con una mayor conciencia pero a la vez con limitadísimos espacios de expresión. Hay que pensar que en aquellos años grabar un disco era practicamente imposible sin el apoyo de una disquera, y las compañías como Peerles o Tizok, que apoyaron al jazz, dejaron de hacerlo pues el rocanrol vendía más placas.
Así que los ochenta sorprenden a esta nueva generación con alas pero sin campo suficiente para despegar. Sacbé ha nacido años antes y tiene que irse al extranjero, siendo uno de los grupos más sólidos de México. Se quedan aquí Palmera, Isla, Athanor, Jade Visions; luego vendrá Antropóleo, Tierra Firme, la Banda Elástica y vaya usted a saber cuantos más que por supuesto no cabrían en tan pequeño espacio

Los nuevos tiempos
Ahora, hablando de los últimos diez años, las cosas cambian. Hay bastante material para escribir y reflexionar acerca de lo que ha sucedido en la escena local, entonces, permítanme mencionar dos cosas: En primer término hablaré de una tercera generación de jazzmen mexicanos; muchachos que han podido estudiar en los talleres de jazz de Francisco Tellez; en la Universidad Veracruzana con Lucio Sánchez y Alejandro Corona. Chicos de clase media que se compran buenos instrumentos y si hay para más se dan una vueltecita por Berklee o Nueva York. Hijos de viejos maestros que han tenido contacto con el jazz desde antes de nacer. Además, y por si fuera poco, cuentan con tecnología de primer mundo, que abarata los costos de edición de un disco. Fundan entonces sus propias compañías y así, de aproximadamente 1993 a la fecha, el número de grabaciones mexicanas de jazz crece significativamente, dicho lo anterior sin olvidar que por muy significativamente que sea el crecimiento, aún no hace sombra pero para nada a otras expresiones como la cumbia, el merengue, lo grupero, el bolero y el pop. ¿Y quiénes conforman esta nueva generación?, pues hablamos de Iraida Noriega, Rémy Alvarez, Rodrigo Castelán, Jorge Molina, Aleph Castañeda, Edgar Dorantes, Armando Cruz, Gabriel González, Paco Lelo de Larrea, Arturo Luna, Mark Aanderud, Omar Arán, Raúl Aranda, Julio Revueltas, Ernesto Cortázar, por ejemplo. En el underground, mientras tanto y como siempre, se gesta música muy interesante, con los mínimos recursos pero con mucho talento. Es el caso de Restos Humanos, Cabezas de Cera, Oxomaxoma, Marcos Miranda, Eblen Macari y varios más. En este sentido, hay buenos augurios para la música de vanguardia de nuestro país; simplemente destaquemos a Germán Bringas, músico con estatus internacional, que ha grabado en París y Nueva York, que ha tenido contacto con gente de la talla de Phillip Glass, John Zorn y Markus Stockhausen, y que puede presumir de tener un disco al lado del gran Fred Frith, uno de los guitarristas seminales en la vanguardia del jazz de oposición. Desgraciadamente, este tipo de música y sus creadores siguen siendo ninguneados por los puristas, al grado de que en el medio del jazz son aislados y duramente criticados por los propios músicos. (de la desunión y las envidias entre músicos mejor ni hablar).

Entonces...
¿Hemos contestado siquiera una de las preguntas planteadas al inicio de este artículo?... creo que no... Pero viéndolo bien, ¿no es un poco ocioso preguntarse tales cosas? Si todo lo mencionado aquí tiene que ver con el jazz, ¿ es mexicano el jazz de Tino Contreras, hijo de las formas clásicas de la música académica? ¿o es más mexicano el jazz de Aleación 07.20, que mezcla lo eléctrico con teponaztles, sonajas y tambores? ¿Sacbé, cuyo nombre es maya, hace jazz mexicano cuando toca huapangos sincopados o cuando teje texturas impresionistas? ¿puede haber free jazz mexicano? ¿O cool jazz mexicano, o bop mexicano?
La respuesta a estas preguntas puede tener muchos rostros, ¡y quizás no haya respuestas concretas! En todo caso, la riqueza de cada propuesta ha ido construyendo una historia que, a pesar de olvidos y falta de apoyos se sigue construyendo, y no hay duda que más tarde que temprano tendrá su oportunidad, así como la han tenido otros movimientos en otras partes del mundo.




PARTE 2
EL CIELO DE JAZZERO ZAFIR DE OAXACA DE JUÁREZ

Antes de iniciar este breve recorrido, quiero agradecer al maestro Guillermo Porras por su generosidad y su confianza. El maestro y yo hemos platicado y discutido largamente durante algunos años acerca del jazz y su repercusión en nuestro Estado. A él pertenecen la mayor parte de citas históricas vertidas aquí.


Los primeros registros
La ubicación geográfica del Estado de Oaxaca, su accidentado territorio, sus ancestrales rezagos en el desarrollo con respecto al resto del país le han aislado del concierto nacional, pero también le han permitido cultivar una rica cultura –en el sentido más amplio del término-, que en años recientes empieza a ser redescubierta y maravilla a propios y a extraños (sobre todo a estos últimos, los primeros a veces ni se enteran). Sin embargo vale la pena evocar la atmósfera de quietud provinciana del Oaxaca de los años 40. Las calles casi desiertas; uno que otro coche cruzando allá de vez en cuando; sin televisión, sin radio, quizás un cinematógrafo que de cuando en cuando daba función. En aquella época la clase media se entretenía con música y bailes de salón, y puede decirse que en casi cada casa de las familias de “buena posición” existía un piano.

¿Cómo llegó el conocimiento del jazz a nuestro Estado? Podemos aventurar dos hipótesis: la primera de ellas tiene que ver con el cine. Recordemos que la primera película sonora producida en el mundo para una gran audiencia se llamó El cantante de jazz, y aunque no era propiamente una película sobre jazz sí incluyó algunos elementos de esta música. A partir de ese momento (1927) un gran porcentaje de los filmes producidos en Hollywood incluyó el jazz como banda sonora. La producción del cine mexicano, influida por los Estados Unidos, copió estos modelos trasladándolos a sus propias producciones; así que no es de extrañar que el cine haya sido un buen hilo conductor de los primeros sonidos del jazz que llegaron a Oaxaca. Otra hipótesis bastante curiosa es la que se relaciona con un personaje llamado Tito Enríquez. Oriundo de Ixtepec, Enríquez cursó estudios de odontología en la ciudad de México. Corría la década de los años 40 y se dice que don Tito, en su vagabundear por el centro histórico, escuchaba una banda de ciegos que tocaba por las calles; por ellos aprendió a tocar el banjo y a su regreso trajo un cúmulo de nuevos sonidos. Hay que decir que en Ixtepec, y en todo el Istmo, existe hasta nuestros días un fuerte arraigo por el fox trot y algunas otras formas derivadas del jazz. Se habla de grandes orquestas de baile y algunos solistas legendarios, como Orestes González, un saxofonista aún en actividad que ha sorprendido a los jazzistas actuales con su sonido limpio y su tremendo genio improvisador..

Otra región oaxaqueña que muestra en su música local claros signos de la influencia jazzística es la sierra. Cito a mi querido amigo Abel Gutierrez en una de sus colaboraciones para la revista Jazzmósferas:


Pero ¿cómo llegó ese ritmo a Oaxaca?
“Naturalmente por el fenómeno migratorio” me respondió un anciano músico serrano. “No crea que lo trajo un gringo, no; fue un oaxaqueño, quien como muchos cumplía con las tareas del campo y participaba en la banda del pueblo, pero quiso mejorar su nivel de vida y emprendió el viaje a los Estados Unidos en donde trabajaba de mesero en un bar. Luego regresó a su pueblo donde por ese entonces estaba el maestro Jesús “Chu” Rasgado. El paisano le platicó del ritmo nuevo que había aprendido en el otro lado y al maestro Chu le interesó y compuso Malta (fox blues) y Rosa de antaño (fox trot).
“Así fue como se llegó a popularizar este ritmo y otros de ese estilo en los pueblos de la sierra norte, dando paso a una nueva forma de tocar las piezas ya conocidas, pues se empezaron amezclar con el ritmo y la armonía del fox.”


Abel Gutiérrez cita también la producción de varias piezas con ritmos escritos según el entendimiento de cada compositor. Un ejemplo de esto es Así somos, una pieza que el compositor Manuel Alcántara F. Clasificó como “suing” (swing). Además, muchas bandas serranas siguen tocando algunos números de swing y fox, entre las que destancan Yalalag, Totontepec, Tlahuitoltepec, Guiloxi, Camotlán, Sta. María Guelace y Tlayacapa Morelos -Esta última por cierto Premio Nacional de las Artes 1998-.

Mientras tanto en nuestra ciudad se recuerdan, de aquella época, a algunos viejos músicos como el doctor Bebo Fogagóa, pianista que tocaba en las tertulias y que interpretaba algunas piezas de Jazz. ¿podemos atribuirle a él los primeros sonidos de jazz en Oaxaca? Si y no, porque aunque tocaba piezas del repertorio jazzero de la época, lo hacía sin un sentido “jazzístico” –es decir, sin improvisar y sin la conciencia del swing- Bebo interpretaba all the things you are de la misma forma que Clair de Lune.

Existieron también entre las décadas de los años 40 y 50 algunas orquestas de baile. Se recuerdan de esa época las orquestas de los Hermanos Bautista, de los Hermanos Arenas y de los Hermanos Martínez. Esta última será semillero de músicos que posteriormente tendrán un acercamiento más fuerte con el jazz. No hay que dejar de lado al maestro Luis Mendez quien acompañado por Rafaél Ricardez al piano tocaba algunas piezas de swing y jazz. Su hijo desarrolló una importante carrera musical que lo llevó a ser concertino de la Filarmónica de Querétaro.


Sólo quiero bailar rocanrol
Dos factores influyeron para que la música y los músicos de Oaxaca salieran de su localismo: la llegada del rocanrol a finales de los 50 y la llegada del maestro Sergio Magaña en los albores de la siguiente década.

El rocanrol llegó a Oaxaca como lo hizo en casi todo el mundo: intempestivamente, como una tormenta de vitalidad que por primera vez daba a los jóvenes un ritmo y un sonido particular. El rocanrol es democrático, no exige grandes conocimientos musicales, aviva la rebelión inherente en cualquier espíritu adolescente y permite relacionarse con los demás fuera de las rígidas formas de la moral y las buenas costumbres de la época. Así, los primeros discos de los Beatles, Jenny Lee, Bill Haley, Chuck Berry, los Everly Brothers y los Rolling Stones empezaron a aparecer en nuestra ciuad; una ciudad que tenía pocos tocadiscos y que tenía una incipiente industria radiofónica. Los chicos de aquel entonces alimentaban su hambre de rocanrol desvelándose para captar las emisiones que venían del Distrito Federal de Radio Variedades y La Pantera. La radio local emitía por las noches La hora del rock and roll y la de los Beatles, pero era un programa muy mal visto por la sociedad.

De la escucha atenta a la formación de los primeros grupos no pasó mucho tiempo. Así surgieron los Happy Hunters de Jacobo Aragón, los Kidnappers de Jesús Porras con Pepe Castañeda en la batería (¡y ya me imagino el estupor del maestro Luis Castañeda Guzmán al ver a su vástago con suéter de rayas y aporreando tambores!). Aparecieron por ahí los Road Runners de los hermanos López Vera, El Grupho –o Los Rockers- de los hermanos Vásquez y luego Los Beethovens, cuyo fundador e incansable promotor fue el maestro Pablo Porras. Toda la década de los 60 estuvo llena con los sonidos del rock que podían escucharse en alguna plaza pública, en los eventos de la Universidad Benito Juárez, y posteriormente en las famosas tardeadas. No había lugares especializados para tocar rocanrol, aunque durante algún tiempo, en los años 60, abrieron locales como el Palmeras A Go Go y el Memphis A Go Go

Esa fue la época dorada del rocanrol en nuestra ciudad. Luego vino la desbandada. Algunos grupos permanecieron y trataron de evolucionar. El rocanrol se convirtió en Rock; asumió una postura más profunda con el trabajo de Led Zeppelin, Pink Floyd, Cream y The Doors; empezó a alejarse del gusto popular, sobre todo cuando nuestras estrellas juveniles como César Costa y Angélica María se volvieron baladistas melosos y engolados. Además, ser rocanrolero no entraba para nada en el concepto de una vida de provecho para los hijos de familia que integraron en su mayoría a los grupos locales. Algunos cambiaron entonces las cuerdas y los tambores por un despacho o consultorio; otros definitivamente se fueron por caminos más comerciales, es decir, la chun cha ca. El sirenito, La brujita y El Negro José sustituyeron a Popotitos, Zapatos de ante azul y El rock de la carcel.


La síncopa que llegó para quedarse.
A finales de los años 60 el reconocido dramaturgo Sergio Magaña, hombre de mucho prestigio en la vida cultural del país, llega a la dirección de la Escuela de Bellas Artes. Su paso por esta institución fue breve: alrededor de dos años; sin embargo, significó un impulso muy importante para el desarrollo de la vida artística dentro de la institución, la formación de toda una generación de creadores y la participación de la sociedad en las actividades artísticas de la escuela. El maestro Magaña formó la Compañía de Teatro Universitario, la Orquesta de Cámara y el Cuarteto de Cuerdas. En sus charlas con los alumnos los impulsó a abrazar una verdadera vocación y no sólo a chambear de “artistas”. De hecho, su apoyo a la formación de estos grupos tuvo que ver en parte con la importancia de darle a un músico los espacios para su desarrollo profesional y creativo, sin que éste tenga necesidad de trabajar en otras actividades que le distraigan ( y que en el caso de los músicos es el famoso hueso: tocar en fiestas para ganar dinero). Sergio Magaña apoyó en su momento al rock; llevó a Los Beethovens a actuar en el Canal 11 con la condición de tocar música original. En esa actuación el grupo interpretó dos piezas originales de Guillermo Porras, quien era estudiante de la Escuela de Bellas Artes, alumno de piano de la reconocida pianista Conchita García Leyva y había ingresado al rocanrol siendo muy joven.

Así, el maestro Magaña impulsó la creación del grupo de jazz de la Universidad. La dirección del mismo estuvo a cargo de Jorge Fernando Hernández, un estudiante de piano muy aplicado que con el tiempo se convertiría en una celebridad local y que sin duda es uno de los grandes músicos olvidados. La primera formación del grupo de jazz estuvo conformada por Jorge y Soledad Torres en el piano, Arturo Martínez San Juán y Jacobo Aragón en la batería, Salomón León y Pancho Garrido en el bajo y Eusebio Romero Calvario Chebo en el saxofón. Un dato curioso es que para su debút asistió el periodista Jacobo Zabludowsky, quien hizo la crónica del concierto.

El grupo de jazz de la Universidad fue el primer intento por hacer música del género en nuestra ciudad, con la conciencia de ser justamente jazz. En este sentido partían casi sin antecedente, basándose sólo en el entusiasmo del maestro Magaña y los incipientes conocimientos sobre el género de los integrantes. De la actividad del jazz en la ciudad sólo se recuerdan los esfuerzos de Pepe Torrentera y Fulberto Palacios por hacer un festival en 1968 con la participación de Juan José Calatayud y que según palabras del propio Fulberto: “ni mi familia fue”

La primera formación del grupo de jazz de la Universidad permaneció por aproximadamente 10 años, con una fructífera carrera que los llevó a presentarse en innumerables foros de la ciudad, además de escenarios de Xalapa, Cd Juárez y por supuesto el Festival Cervantino. Problemas con las siguientes administraciones produjeron un amargo rompimiento y Jorge Fernando fue despedido del grupo (¿o lo renunciaron?), heredando la dirección –y los problemas- a Guillermo Porras. Guillermo y su hermano Pablo llegaron al grupo en 1980 y consolidaron la gran época de esta agrupación hasta los primeros años de la década siguiente. Habla el maestro Porras:

El problema con el grupo de jazz es que la institución que lo creó, salvo al principio, nunca le dio espacios para su desarrollo. A la salida de Sergio Magaña el grupo de jazz fue utilizado por las distintas administraciones para simplemente quedar bien en los eventos importantes. Con un simple “ahí te mando a los muchachos” tuvimos que tocar en lugares donde nadie te pone atención y sólo sirves de relleno. Nunca se hizo un esfuerzo por generarle al grupo espacios, preparación, salidas, roce con otros músicos. Por eso tronó; porque no se puede tener un grupo burocrático. Nosotros como músicos nos seguimos desarrollando y tenemos buen nivel, pero el proyecto de grupo simplemente se desplomó.

La importancia de lo dicho por Guillermo Porras puede medirse con el ejemplo de Xalapa, donde existe desde los años 70 gran apoyo institucional de la Universidad Veracruzana hacia su grupo de Jazz: Orbis Tertius; y no sólo a ellos, sino a otros grupos jóvenes formados en su seno ¿resultado? Orbis Tertius tiene dos discos grabados, han actuado en lugares como Montreal, Varsovia y muchas plazas del país, entre ellas el Festival Internacional Cervantino; y tienen una generación joven que ha tenido roce internacional.


Del Yope Power a Huatulco
A partir de estas experiencias Guillermo Porras y Jorge Fernando se convierten, cada uno por su lado, en solitarios portavoces de una música brillante, llena de inventiva y vitalidad pero injustamente relegada. Estos dos músicos han sido practicamente los únicos autores de obras originales documentadas. Jorge formaría el Yope Power, n grupo sui generis en donde su principal instigador compondría temas, tocaría trompeta y piano y se entregaría hasta su fallecimiento. En este grupo participaron Jorge Villarreal, Salomón León, Roberto Nacif y Enrique Marrufo. Aún hoy el yope mayor es recordado por quienes compartieron sus andanzas como el solitario habitante de un mundo donde se combinaron la música, la rebeldía y los excesos. Hasta donde yo sé, no existen registros grabados de su obra, aunque alguna vez Cipriano izquierdo, flautista y saxofonista fundador del Mitote Jazz y que vivió y trabajó con Jorge Fernando en Oaxaca a mediados de los 80 me hablo de unas piezas grabadas en video con el yope en la trompeta.
Paralelo a su actividad dentro del grupo de jazz de la Universidad, Guillermo Porras mantuvo grupos alternos en donde desarrolló una actividad más libre, sin embargo, la falta de espacios para tocar y el desinterés de los medios hicieron que su quehacer pasara practicamente desapercibido. Poco a poco se empezaron a integrar nuevos músicos a esta locura del jazz, pero no pasaron de ser un puñado.
Guillermo Porras decidió aventurarse a realizar un festival en 1989, sin más antecedente que el evento de 1968. Así, con la complicidad de José Palacios Román, a la sazón director de la Casa de la Cultura Oaxaqueña organizó en septiembre el festival OaxJazz. El teatro Macedonio Alcalá recibió durante varios días a distintos grupos como Atril 5, Real de Catorce, Betsy Pecanins, Alberto Moreno, Rodolfo “popo” Sánchez, Astillero y el propio Memo Porras con su grupo. La sorpresa fue encontrar una amplia respuesta del público a una música poco conocida, salvo por las transmisiones de Radio Universidad. En ese Festival Guillermo Porras tocó piezas originales como Huatulco y Sueños y se tiene un registro grabado.
También el guitarrista Pablo Porras ha sido un importante impulsor del jazz, trabajando con distintas formaciones y estudiando profundamente su instrumento

De colores e imágenes
En años recientes la música de jazz ha tocado tierras oaxaqueñas de la mano de distintos músicos invitados esporádicamente por algunas instituciones o por algún empresario, como Madeleine Carlton y Jose Luis Tiznado, quienes desde su restaurant “El sol y la luna” han promovido el género acogiendo tanto a músicos locales como foraneos. Como dato adicional hay que decir que El sol y la luna guarda también una rica colección de carteles, algunos de ellos de principios de los 80

Con respecto a los músicos locales, ¿se puede hablar de una nueva generación de jazzistas oaxaqueños? Pues casi casi diría que no. En primer lugar porque no ha existido la enseñanza del jazz. Guillermo Porras señala como uno de sus “pecados” el hecho de no dar clases. Por otro lado, los pocos músicos jóvenes de jazz no tienen espacios para desarrollarse; han tenido que emigrar y así yo me he topado con muchachos oaxaqueños que trabajan en orquestas en el Estado de México, en Xalapa, en Acapulco y en Pachuca, y que en sus ratos libres tocan jazz.

Hay que destacar la presencia de Lila Downs y su grupo. Lila integró a principios de la década de los 90 el grupo Azulao. Este grupo tuvo una fértil actividad en parte gracias a la natural energía de Lila, a su interés por evolucionar. Azulao terminó su ciclo pero Lila creció hasta convertirse en una cantante internacional que combina su amor por el jazz con la música popular. ¿cuál ha sido el secreto de su éxito? Yo diría que simplemente el dedicarse al 100 % a lo que hace y a salir de aquí en busca de oportunidades.

Otros grupos se han formado en distintas épocas y en ellos destaca la presencia de Oscar Rafael Martínez, Javier Hernández, joven saxofonista oriundo de Tlacochahuaya; Rommel Usla, Alejandro Villanueva, Carlos Enríquez Habib, Alfonso Rojo, Gil Felipe Gutiérrez, José y Álvaro Torres y Salomón Maawd. Han participado también en Oaxaca algunos músicos de otras tierras que han influido positivamente en esta pequeñísima escena del jazz local: Justin Arnold, Susan Creamer Julio García, Víctor Hernández, Charly Castro, Jose Luis Romero El Apache, fallecido ya.

Miguel Samperio es uno de los saxofonistas más destacados de México que vive desde hace varios años en oaxaca. Su presencia sin duda ha beneficiado a los músicos locales, pero la falta de oportunidades lo han mantenido relegado a un injusto segundo plano. En 2002 se decidió, casi casi obligado por uno de sus alumnos, a integrar un ensamble de metales que promete. Asimismo, el trompetista Onésimo García ha formado en el mismo año un conjunto de jazz integrado por casi una docena de jóvenes entusiastas.

Finalmente, vale destacar el trabajo de Rodrigo Castellanos, un guitarrista muy joven, estudiante de la Escuela Superior de Música. Rodrigo tiene una actitud enteramente distinta frente a su quehacer como músico. Ha tocado Rock, jazz, y empieza a experimentar con la electrónica. Ha editado un primer disco, Imágenes auditivas, en donde mezcla el jazz con la música popular. Ciertamente su trabajo aún es incipiente, pero ya existe ahí el germen de un creador en franco desarrollo.


¿un cluc de jazz?
Parte de la casi nula difusión del jazz a todos sus niveles es la apatía de los comunicadores, la falta de interés de quienes, desde las instituciones, tienen la responsabilidad de generar espacios para el conocimiento. En este sentido resulta encomiable la labor de Radio Universidad. La emisora ha sido practicamente el solitario islote desde donde se han irradiado sonidos jazzeros durante muchos años. Ya entrados los noventas la Corporación Oaxaqueña de Radio y Televisión, a través de su frecuencia 96.9 empezó a incorporar jazz debido al interés de gente como Beatriz Olivier y el compositor José Elorza, quien fue programador de la estación durante varios años y enriqueció la propuesta con música de todo el mundo. Comentarios de distintas personas señalaban a los contenidos de 96.9 FM entre los mejores de la República.

Voy a limitarme a decir, respecto a mi labor ( y aún así resulta incómodo), que los programas Jazztuvo, A Todo Jazz, Noches de Jazz y El Sexto Continente, cumplen en este 2002 seis años de transmisión, englobando un amplio espectro del jazz y prioritariamente el jazz que se hace en nuestro país. De mayor importancia ha sido la formación del club OaxJazz, llevado adelante por verdaderos entusiastas; amantes del jazz que han organizado ya un festival, un montón de sesiones discográficas, sesiones de video y talleres de apreciación del jazz. La experiencia resultante es que hace falta compartir la cultura del jazz sin la falsa aureola de “música culta” o “de élite” o incluso “música aburrida”. El club OaxJazz aún funciona con una docena de miembros, ninguno de ellos músicos pero más jazzeros que algunos músicos que conozco.


A manera de conclusión.
Lo primero que tengo claro luego de haber hecho este pequeño recuento es que hace falta desarrollar un trabajo de investigación acerca del jazz, la música de salón y el rock en Oaxaca. Hay ahí una rica historia y un legado de experiencias que podría ser de gran utilidad para las nuevas generaciones de músicos y de entusiastas de la música. Así como se ha hecho hincapié en la conservación de los órganos coloniales o de las obras de los maestros de capilla, así valdría la pena recuperar la biblioteca musical de maestros como Jorge Fernando Hernández y Guillermo Porras, quienes son practicamente los únicos que han compuesto y arreglado música con formato de jazz. Incluso, Jorge Fernando escribió una ópera en mixteco, basándose en una investigación de Cayuqui Stage

Por otro lado, destaca la falta de oportunidades para acceder no sólo al jazz, sino a todas las manifestaciones de la música contemporánea. No existe un programa bien fundamentado de iniciación musical en ninguna institución. No existe una escuela profesional de alto nivel. No existe la promoción del arte contemporáneo en la radio. Los medios impresos apenas si lo rozan de soslayo. Todo ello impide que se genere un movimiento de creación y apreciación de las nuevas manifestaciones. Entre el folclorismo a ultranza y el sueño de la magia plástica de Oaxaca, nuestro entorno local aún sigue mirándose el ombligo.

Volvemos al ejemplo de Xalapa porque ahí ha existido un interés manifiesto y un plan de desarrollo, que ha producido a grandes músicos como Lucio Sanchez, Javier Cabrera, Edgar Dorantes, Aleph Castañeda y tantos más. A Xalapa se han ido a estudiar algunos oaxaqueños con posibilidades, ¿y los demás? El caso del distrito Fereral también es ilustrativo. Para una ciudad con 20 millones de habitantes existían hasta hace muy pocos años tres o cuatro lugares de jazz solamente. El taller fundado por Francisco Tellez en los 70 se convirtió hace tres años en Licenciatura, pero ¿qué hace un licenciado en jazz al salir de la escuela? Dar clases a niños, huesear... dar clases...

Oaxaca se señala repetidas veces como un semillero de artistas, y es verdad. Quizás lo único que falte es el impulso,la motivación y los medios para iniciar un desarrollo posterior. Vuelvo a citar a Guillermo Porras porque he tenido la oportunidad de verlo tocar, componer, dedicarle tiempo a su pasión, sin embargo, el maestro -arquitecto de profesión- no hubiera podido sobrevivir en Oaxaca dedicándose sólo al jazz. La falta de espacios y de difusión ha impedido apoyar carreras como la suya. Guillermo trabajó en Los Angeles como arreglista y recientemente fue invitado a participar en un festival en Detroit. Actuación que no pudo llevarse a cabo finalmente.

La sensación que percibo cuando escribo las últimas palabras de este texto es que somos como un vuelo inconcluso. Los nombrees y las anécdotas se diluyen en la noche del tiempo y no hay indicios de que por fin el panorama se aclare. Saque cada quien sus propias conclusiones.Mientras tanto, seguiremos en la necedad del jazz los músicos, los aficionados y los que quieran sumarse. Parafraseando al flaco Moreno, diría para terminar que el jazz justifica los medios... ¿será?

* Texto publicado en el número 6 (invierno de 2001) de la revista "Acervos, Boletín de los archivos y bibliotecas de Oaxaca"






NOTA AL CALCE:

Sólo quisiera decir que a 8 años de haber escrito este texto, miro el panorama del jazz en nuestro Estado con sentimientos encontrados. Por un lado, es muy grato ver que el número de músicos oaxaqueños involucrados en el jazz ha crecido de manera importante. A los nombres citados en el texto se han ido sumando cada vez más jóvenes entusiastas que están construyendo sólidas carreras. Baste mencionar tan sólo como ejemplo a Ornel Jiménez, Arquímedes Hernández, Javier Peralta y Arodi Martínez, entre otros.

Por otro lado, el papel de las instituciones sigue siendo, en todo caso, mínimo. Aún no hay un solo festival consolidado, no hay apoyos sistematizados, no existe un seguimiento del desarrollo de este género. El Instituto Oaxaqueño de las Culturas, hoy devenido en flamante Secretaría, crece en programas y planes pero también en burocracia. La visión Estatal de la cultura tiene un carácter de "atracción turística" y sigue siendo operada por funcionarios que en el mejor de los casos tienen buena voluntad pero muy poca idea.

Los medios, finalmente, también han quedado a deber; al periodismo cultural le hace falta ser más autocrítico y mucho más profesional. Con sus honrosas excepciones, no se tiene conciencia de la importancia que representa escribir y editar cultura en medios impresos. Entre el boletín, las agencias y las conferencias de prensa, la información cultural que se publica cotidianamente aún sigue dejando mucho qué desear.

Sin embargo, poco a poco las cosas van cambiando. Se están creando grupos musicales, se están editando discos, ya se participa en festivales nacionales... Al final, esta historia seguirá siendo escrita por los verdaderos protagonistas: los músicos, que con su necedad y su perseverancia van haciendo camino. A ellos está dedicado este pequeño ejercicio de extrapolación.

Oscar Javier Martínez - junio 2009